A lo largo de este último año, en la sociedad en general y en las residencias de mayores en particular, hemos perdido mucho y quizá aprendido aún más.

Que nuestro sector tiene una normativa excesiva lo sabíamos todos, pero en estos meses, nos hemos dado cuenta de que no iba a servir de nada cuando más falta nos hacía. Resulta que lo que refleja el papel no sirve en muchos casos reales en los que la diversidad de las personas manda, y si añadimos un virus mortal en la ecuación, la diferencia entre teoría y práctica se dispara.

Hemos vivido un año de miedo, de inseguridad, de soledad… Echamos de menos el contacto, acusamos los aislamientos, nos ha faltado la salud, hemos perdido seres queridos… y como gestores y trabajadores nos hemos sentido atacados desde varios frentes. Nos han

declarado culpables… mientras nosotros no hacemos otra cosa que demostrar lo contrario.

Asfixiados de papeles, protocolos, “pecerres”, mascarillas y pantallas hemos sacado adelante nuestros centros y en esas estábamos cuando el 2021 llegó con el “pan bajo el brazo” del antídoto de la COVID19. Esta vez la Administración nos colocó en primer lugar y ya todos nuestros centros tienen puestas ambas dosis de la vacuna.

Cansados pero con esperanza y contando los días para la inmunidad, continuamos trabajando por nuestros residentes que, como es lógico, echan de menos a sus familias de sangre y su vida “normal”, pero que nunca están solos y no les faltan cariño y atenciones. Y es que, no le deis más vueltas, a esto es a lo que nos dedicamos, en esto es en lo que consisten las residencias de mayores…

En cuidar, ni más… ni menos.